Acompañando a los estudiantes con depresión
Yo no me apunté para esto, pensó Kelley. Con 24 años y tras dos años sirviendo a los estudiantes de InterVarsity/USA, Kelley se sentía decepcionada, desalentada y desilusionada.
Estar implicada en el movimiento como una líder estudiantil le había resultado bastante directo. Conocía bien la rutina: reuniones de evangelización, reuniones semanales, campamentos de invierno y misiones en verano. Y a repetir lo mismo el año siguiente. Pero, desde que se unió al grupo de obreros se tornó distinto. Engorroso. Desalentador. Pesado. Perdió la cuenta del número de estudiantes a los que conocía que estaban luchando con su salud mental. Algunos se encontraban apesadumbrados bajo una espesa oscuridad. Algunos tenían desórdenes alimenticios. Algunos se auto-lesionaban. Algunos tenían tendencias suicidas. ¿Qué está pasando aquí, Señor?
Obreros y no médicos
Kelley no era ninguna experta en salud mental. Pero los estudiantes a los que amaba estaban pasándolo mal, por lo que decidió adentrarse en este campo. Su investigación, los libros y los cursos le ayudaron, pero tampoco convirtieron a Kelley en una consultora o psiquiatra capacitada. Muchos de estos estudiantes necesitaban ayuda profesional y ella lo sabía. Aún así, Kelley se seguía encontrando con estudiantes que luchaban en esa compleja área gris: quizá se encontraban al principio de sus problemas de salud mental, pero no estaban seguros si necesitaban o querían ayuda; o quizá estaban en el tiempo de espera de 6 meses para lograr ver a los consejeros de la universidad. Cada situación era única y requerían que Kelley orase, discerniese y observase, especialmente en las primeras fases de sus interacciones:
¿Tiene problemas este estudiante a causa de sus circunstancias? ¿Hay algún asunto que no esté viendo y deba ser tratado? ¿Existen también elementos clínicos? ¿Es grave? ¿Acaso están teniendo un mal día? ¿Sería recomendable buscar ayuda profesional?
Aunque Kelley sabía que la responsabilidad de realizar un diagnóstico recaía sobre un médico, el ayudar a los estudiantes a comprenderse a sí mismos podría capacitarlos para buscar antes la ayuda que necesitaban.
La profundidad de la pena
Mes tras mes, Kelley se encontraba con más y más estudiantes que estaban pasándolo mal. Un día, la comunidad amaneció con la terrible noticia de que un estudiante se había suicidado. Estaban destrozados. ¿Por qué, Dios? Pero Dios estaba obrando incluso en la profundidad de su pena. Los estudiantes se abrieron más y compartieron más: Me he sentido así también. Yo estoy igual. Creo que necesito ayuda.
Generación Z
Los número tan altos de problemas de salud mental que se estaba encontrando en el campus hicieron que Kelley se plantease si somos más conscientes de la salud mental hoy en día o si los casos están aumentando. De ser lo último, ¿por qué? ¿Qué le pasa a esta generación, a la que se refieren con frecuencia como ‘generación Z’, para que sean mas propensos a sufrir este tipo de problemas? Reflexionó:
“La conexión humana es muy escasa. Creo que las redes sociales tienen mucho que ver con ello, porque promueven una sensación de falsa identidad que lleva a tener sentimientos de separación y aislamiento.
Hoy en día también ocurre, al menos en muchos países occidentales, que todo se adapta a tus necesidades. Ahora puedes tener tu propia plataforma audiovisual, tu propia lista de reproducción en Spotify, tu propia bebida personalizada en Starbucks. Esto crea una burbuja que te coloca en el centro de todo, crea una vida que gira en torno de tus necesidades. ¡Y, por supuesto, esto es deprimente! No es real y no llena. La gente intenta neutralizar esto haciendo más en las redes sociales, viendo más Netflix, o haciendo lo que necesiten para adormecer esa sensación de estar solo y aislado.
También están los problemas de identidad. Nadie se está preguntando quién es Dios. Todo el mundo se está preguntando ‘¿quién soy yo?’ Los libros de auto-ayuda te dicen que no te preocupes, sé tú mismo. Pero, ¿cómo puedes ser tú mismo si no sabes quién eres? ¿Cómo puedes saber quién eres si no conoces a Cristo?
Orando por los 44
Concienciar a los estudiantes y conseguir que hablasen fue un buen comienzo. Pero Kelley quería ver avances. Escribió los nombres de todas las personas que tenían depresión y a las que conocía personalmente. Eran 44. ¡Cuarenta y cuatro! Impresionada y apenada, Kelley colocó todos los nombres en su pared creando la forma de una cruz.
Jesús, estoy poniendo a estas personas en Tu cruz. Por Tu sangre, oro por su sanidad y rescate. Por favor, restáuralos a un sitio de esperanza.
Al poco tiempo, Kelley comenzó a recibir llamadas telefónicas. Las personas por las que estaba orando le llamaban y le relataban cómo Dios estaba obrando en sus vidas. Estaba en mi coche y, repentinamente, sentí una ligereza, una esperanza, le contaban, sin saber siquiera que ella había estado orando. Para otros, en cambio, la sanidad vino al buscar la ayuda profesional que necesitaban. Algunos mejoraron por la medicación, otros fueron a terapia y consiguieron adquirir herramientas para gestionar su salud mental. No siempre era un apaño rápido, pero muchos de ellos experimentaron mejoras y sanidad en el transcurso de un año y medio.
Hoy en día, tan solo quedan nueve nombres en la pared de Kelley.
Una aproximación holística
Con frecuencia, la recuperación de un estudiante con problemas de salud mental requiere algo más que oración. Pero nunca menos. La historia de Kelley muestra cómo Dios usó la ayuda profesional médica, junto al ministerio proactivo y la oración persistente de los obreros para sanar a muchos estudiantes. Según los movimientos de IFES afrontan la realidad de ministrar a una generación muy afectada por problemas de salud mental, debemos tomar una aproximación holística para acompañar a estos estudiantes por esta oscuridad.
Cómo obtener ayuda
Si eres un estudiante que está luchando con problemas de salud mental, te animamos a buscar atención médica a través de tu universidad o de tu médico, o que empieces a hablar con tu movimiento nacional o con un amigo de confianza.